1. JOSÉ María Román, San Vicente de Paúl (I Biografía), BAC,
Madrid, 1981, pp. 67-73.
2. UNA HERENCIA
INESPERADA
Primera carta: En los primeros meses de
1605, los asuntos de Vicente parecían
marchar muy favorablemente.
Acababa de realizar un corto viaje a
Burdeos, cuando a su vuelta a Toulouse
se encontró con que una buena anciana
de Castres le había dejado en
testamento cierta cantidad de tierras y
muebles, valorados en unos 400
escudos, que a ella le debía un sujeto
poco recomendable.
Era justamente lo que Vicente necesitaba:
dinero para saldar deudas y afrontar
los gastos exigidos por la temeraria
empresa a que ya aludimos: su
designación para un obispado.
Ni corto ni perezoso,
Vicente emprendió en un
caballo de alquiler el
camino de Castres.
3. Sorpresa desagradable: el villano
había desaparecido rumbo a
Marsella, donde, según noticias, vivía
a lo grande gracias a la fortuna mal
adquirida.
Vicente decidió darle alcance.
Dificultad: carecía de dinero para el
viaje.
Solución: sin pensarlo dos veces vendió
el caballo de alquiler - ya lo pagaría
a la vuelta - y prosiguió su viaje.
Acuerdo: Llegó a Marsella, hizo
encarcelar al fugitivo y el bribón
le pagó 300 escudos contantes y
sonantes y Vicente se dio por
satisfecho. Inmediatamente se dispuso
a regresar a Toulouse.
Entonces empezaron
los reveses.
4. EL
ABORDAJE
Vicente emprendió por mar, hasta Narbona, la primera
etapa del viaje de vuelta. El mar estaba en calma,
soplaba viento favorable: todo hacía presagiar una
próspera y rápida travesía. Llegaría antes y con menos
gasto. En realidad, "no llegaría nunca y lo perdería
todo".
A pocas millas de Marsella, tres bergantines turcos
acechaban, junto a las costas de Provenza. Eran
corsarios berberiscos de la regencia de Túnez,
especializados en la captura y venta de esclavos
cristianos. Arremetieron contra el barco de Vicente.
5. EL MERCADO DE
ESCLAVOS
Una vez
desembarcados en
Túnez, los
prisioneros fueron
conducidos al zoco.
Se les cambio de
ropa. De esta guisa
fueron paseados
por la ciudad, con la
cadena al cuello. Todo se hizo con arreglo a las buenas
y honradas costumbres del
mercado de esclavos.
Los vendedores tuvieron buen cuidado
en pregonar que la carga había
sido capturada en un barco español
6. EL PESCADOR Y EL
MÉDICO:
LOS DOS PRIMEROS AMOS
Terminada la exhibición, estipuladas las ventas,
empezaron para Vicente dos años de esclavitud
relativamente apacible.
Primero lo compró un pescador,
pero como al nuevo esclavo
le molestaba el mar, hubo
de deshacerse de él.
Vicente fue a parar entonces a manos
de un pintoresco personaje: un
médico espagírico,
alquimista y medio brujo, que
se jactaba de fabricar oro a partir
de otros metales, de destilar
quintas esencias, de conocer
remedios para las más variadas
enfermedades y hasta de hacer
hablar a una cabeza de muerto.
7. DE AMO EN AMO: EL
RENEGADO
“Temat" o "to'met“: su más reciente comprador era un
renegado de Niza -o de Annecy-, quien se lo había llevado
consigo al interior del país a buen recaudo de las pesquisas del
enviado francés, a una finca suya.
Cambio de escenario Cambio de ocupación:
Ahora tenía que cavar la tierra bajo el ardiente sol del norte de
Africa. Era penoso, pero también gozaba de mayor libertad.
El renegado tenía tres mujeres. Dos de ellas mostraron interés y
afecto al cautivo. Una era cristiana, greco-cismática; la otra,
musulmana. Esta gustaba de ir al campo en que trabajaba
Vicente y le invitaba a cantar.
8. EN LIBERTAD
Un buen día amo y esclavo se embarcaron en un pequeño
esquife y se hicieron a la mar. Tuvieron suerte.
Atravesaron sin percances el Mediterráneo. El 28 de junio de
1607, a dos años de la captura de Vicente,
desembarcaron en Aguas Muertas. Desde allí se
dirigieron a Aviñón.
En la ciudad pontificia, la inquieta brújula de Vicente iba a
encontrar un nuevo norte que señalaría el tercero de sus
proyectos juveniles, y también, aunque anticipemos los
acontecimientos, el tercero de sus fracasos.
9. El vicelegado pontificio en Aviñón, Pedro de
Montorio, se encaprichó con el audaz
sacerdote de Pouy. Le dijo a Vicente que él
se encargaba de procurarle un buen
beneficio.
Para llevarlo a buen término necesitaba las
letras testimoniales de su
ordenación sacerdotal y su título de
bachiller en teología.
Oficialmente, éste era el motivo de que
Vicente escribiera su primera carta al
señor de Comet. Quería además
tranquilizar a sus familiares y al círculo de
sus amistades por su inopinada
desaparición. Quería también, finalmente,
satisfacer, siquiera con promesas, a los
inquietos acreedores.
10. DE NUEVO EN ROMA
Por segunda vez en menos de
ocho años, Vicente se
encontró en Roma. Vivía en
casa del monseñor y gozaba
de su confianza. Tenía, pues,
asegurados la comida y el
alojamiento. Aprovechaba el
tiempo libre para
continuar estudiando en
alguna de las
universidades romanas. A
cambio prestaba al prelado
romano servicios de criado y
juglar.
Los papeles que llegaron a Vicente no
eran válidos por no estar
autenticados con la firma y el sello
del obispo de Dax. Vicente esperaba
que el señor de Comet le hiciera el
nuevo favor de interesarse en el
asunto. Y firmaba su segunda
carta, como la primera, con su
apellido, todo junto en una sola
palabra: Depaul. El nunca lo
escribiría de otro modo, aunque ya
los contemporáneos y después toda
la bibliografía vicenciana haya
acostumbrado separarlo en dos
palabras, de Paúl.